Certezas ...
Me asomo,
con calculada indiferencia,
al ángulo incierto de la realidad que me rodea.
Concentro mi atención
sobre los inabarcables muros
de las pretendidas verdades absolutas.
Observo
que una minúscula grieta
deja al descubierto algo que sospechaba.
La certeza
se cuela como el mortal proyectil
de un experto francotirador
alojándose con precisión
en las profundidades del alma,
sacudiéndola con violencia.
La conmoción
provoca la caída de algunas ilusiones
que con irritante parsimonia
y un rumor sordo
se precipitan hacia la nada,
adquiriendo en su descenso
un tono grisáceo y enfermizo.
El vacío
frío e inicuo
toma posiciones estratégicas.
La cruel soledad del espíritu crece,
encaminando todas las esperanzas
al borde del oscuro abismo de la tristeza.
Los latidos del corazón,
agitados al confirmar la sospecha,
se tornan lentos,
como si deseasen no continuar enviando,
con sus necesarios movimientos,
más vida para la vida.
Trato,
sin conseguirlo,
de desviar el pensamiento,
en un intento baldío
de ignorar lo conocido.
Y desde algún lugar,
al este de mi particular Edén,
olvidado en lo más recóndito de la mente,
llegan palabras musicadas
por un bardo Barba Gris,
que me devuelven una y otra vez
al mismo punto de inicio.
Traduciendo las dudas en certezas,
las ilusiones en desesperanzas
y el futuro armonioso
en presente desafinado.
con calculada indiferencia,
al ángulo incierto de la realidad que me rodea.
Concentro mi atención
sobre los inabarcables muros
de las pretendidas verdades absolutas.
Observo
que una minúscula grieta
deja al descubierto algo que sospechaba.
La certeza
se cuela como el mortal proyectil
de un experto francotirador
alojándose con precisión
en las profundidades del alma,
sacudiéndola con violencia.
La conmoción
provoca la caída de algunas ilusiones
que con irritante parsimonia
y un rumor sordo
se precipitan hacia la nada,
adquiriendo en su descenso
un tono grisáceo y enfermizo.
El vacío
frío e inicuo
toma posiciones estratégicas.
La cruel soledad del espíritu crece,
encaminando todas las esperanzas
al borde del oscuro abismo de la tristeza.
Los latidos del corazón,
agitados al confirmar la sospecha,
se tornan lentos,
como si deseasen no continuar enviando,
con sus necesarios movimientos,
más vida para la vida.
Trato,
sin conseguirlo,
de desviar el pensamiento,
en un intento baldío
de ignorar lo conocido.
Y desde algún lugar,
al este de mi particular Edén,
olvidado en lo más recóndito de la mente,
llegan palabras musicadas
por un bardo Barba Gris,
que me devuelven una y otra vez
al mismo punto de inicio.
Traduciendo las dudas en certezas,
las ilusiones en desesperanzas
y el futuro armonioso
en presente desafinado.
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