Precipicio




Caigo. 
Desciendo.
Encuentro almas gemelas. 
Almas jóvenes y viejas.
Almas risueñas y tristes.
Almas nerviosas y pacientes.
Buscando un ser o un no ser.
Un comienzo o un final.
Cayendo me cruzo otros.
Seres humanos.
Deshumanizados unos.
Otros compasivos.
Padres de pasado indefinido. 
Hijos de un futuro incierto.
Avezados trapecistas. 
Torpes funambulistas. 
Todos en la cuerda floja.
Artistas consagrados. 
Comediantes fracasados. 
Mediocres.
Tipos duros.
Pusilánimes irredentos.
Locos de pena.
Dementes de libro. 
Seres apocados. 
Penosos penitentes.
Caen. 
Caemos.
Unos deprisa.
Despacio otros.
Sólo la negrura. 
Muy lejos de la luz.
No sé.
No sabemos. 
No queremos saber.
Frustradas esperanzas.
Angustias encubiertas.
Heridas abiertas.
Me precipito inexorablemente.
Hacia la oscuridad. 
Bordeando las profundidades.
Rodeado de la nada.
De pronto, 
¿Luz?
Sí. 
Aún hay Luz
Nace de una sonrisa. 
Llena de paz.
Turba con su magia. 
Colma de verdad.
La vida revive.
Me resisto a descender.
Fuera dudas.
¿Cuánto tiempo ha transcurrido?
¿Un segundo en la eternidad?
¿La inmortalidad en un instante?
Despierto.
Quizás haya soñado un sueño imposible.
Pero lo cierto es que siento mi alma.
He recuperado veintiún gramos.




Nota: El poema original era más oscuro, más pesimista y lo escribí en un momento en que de mi vida personal y familiar pasaba momentos muy complicados y tristes. Con el tiempo he decidido recuperarlo y revertir el final para dedicarlo a quienes, como un gran faro, regalan su luz cuando el horizonte es oscuro.

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