He perdido las palabras
Distraído,
con gesto impulsivo,
busco un cigarrillo en el paquete de Marlboro.
No hay más. me digo,
murmurando un juramento entre dientes.
Lo estrujo entre mis dedos.
Observo el cenicero
hago un cálculo más o menos aproximado
sobre el tiempo que llevo sentado frente al teclado,
intentando escribir algo.
Mucho, me digo
quizá demasiado para nada.
Me levanto de la silla
y noto todos los músculos entumecidos,
como si acabase de despertar
tras un profundo sueño.
Abro el frigorífico.
aún queda de ese vino blanco que tanto me gusta,
y como marcan los cánones,
escancio el dorado líquido
en el vientre vacío de la copa.
La acerco a los labios.
Una agradable sensación afrutada
y no exenta de cierta acidez
me inunda el paladar
antes de llegar hasta la reseca garganta
después de un largo sorbo.
Busco otro paquete de cigarrillos,
y con un gesto mecánico
lo libero de su precinto
colocando uno de sus mortíferos proyectiles de nicotina
en la comisura de los labios.
Con un seco chasquido del mechero lo enciendo,
inspiro y el humo
que vuelve a revolotear
impregnando aún más
el cargado ambiente de la habitación.
Mientras,
el cursor de la pantalla parpadea pacientemente.
Transcurren los minutos
y la atmósfera se torna más densa.
Desisto.
No va a ser posible.
He perdido las palabras
y eso que las tenía aquí hace un momento…
con gesto impulsivo,
busco un cigarrillo en el paquete de Marlboro.
No hay más. me digo,
murmurando un juramento entre dientes.
Lo estrujo entre mis dedos.
Observo el cenicero
hago un cálculo más o menos aproximado
sobre el tiempo que llevo sentado frente al teclado,
intentando escribir algo.
Mucho, me digo
quizá demasiado para nada.
Me levanto de la silla
y noto todos los músculos entumecidos,
como si acabase de despertar
tras un profundo sueño.
Abro el frigorífico.
aún queda de ese vino blanco que tanto me gusta,
y como marcan los cánones,
escancio el dorado líquido
en el vientre vacío de la copa.
La acerco a los labios.
Una agradable sensación afrutada
y no exenta de cierta acidez
me inunda el paladar
antes de llegar hasta la reseca garganta
después de un largo sorbo.
Busco otro paquete de cigarrillos,
y con un gesto mecánico
lo libero de su precinto
colocando uno de sus mortíferos proyectiles de nicotina
en la comisura de los labios.
Con un seco chasquido del mechero lo enciendo,
inspiro y el humo
que vuelve a revolotear
impregnando aún más
el cargado ambiente de la habitación.
Mientras,
el cursor de la pantalla parpadea pacientemente.
Transcurren los minutos
y la atmósfera se torna más densa.
Desisto.
No va a ser posible.
He perdido las palabras
y eso que las tenía aquí hace un momento…
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