Dedicatoria


Después de ascender 237 escalones, una vez alcanzada la ermita hay que tocar la campana tres veces y pedir un deseo. San Juan de Gaztelugatxe (Bermeo - Bizkaia).
El rumor cadencioso de las olas golpeando la isla, envolviendo los silencios del atardecer, se asemejaba al repetitivo y armonioso sonido de los cánticos gregorianos o de los mantras de los monjes budistas.
De repente, desafiando la tradición no escrita del lugar, el sonido limpio de una campana se alzó sobre los demás, repitiendo su tañido treinta y tres veces. Mientras sus vibraciones se esparcían por el aire del atardecer, el tiempo pareció detenerse (quizás lo hizo). Los invisibles moradores que protegen con su magia aquellos parajes, escucharon con especial atención cada uno de los toques, pues son ellos, y sólo ellos, quienes deciden si se cumplirán los deseos de quienes se atreven a tañer la campana. Esta vez no tenían dudas. La petición, aunque poco habitual, provenía de alguien que se afanaba cada día en superar los obstáculos que se le presentaban sin esconderse, desafiando sin temor las estrictas normas sociales que estrangulaban su crecimiento personal, librando una batalla continua contra los abusos de los incompetentes que se aprovechaban de su posición de poder. En el horizonte, allí donde el sol descendía, aparecieron en forma de nubes y escrito en un antiguo lenguaje incomprensible para el común de los mortales, cada uno de los deseos solicitados, rubricando de este modo su aceptación y su compromiso de cumplimiento.
Solo puedo añadir que todo sucedió tal y como lo he contado. Y estoy seguro que no lo soñé porque hay historias imposibles de imaginar, incluso en los sueños...

Comentarios