Futuro Incierto
He caminado sin temor por el borde del acantilado y me he asomado con prudencia a los límites del horizonte.
He dormido bajo las estrellas en algún lejano desierto de arenas rojas y sido jinete de camello en arenales de dunas blancas.
He volado por encima de las nubes descubriendo el sol al amanecer y he escuchado el sonido del silencio en las oscuras profundidades de la tierra.
He rodado miles de kilómetros por carreteras principales por el simple hacho de viajar y he vagado por la incomodidad de algunos caminos secundarios.
He entablado cientos de conversaciones profundas y largas e intrascendentes charlas de taberna.
He aprendido a trabajar desde temprana edad y he tratado de transmitir mis experiencias asumiendo diferentes grados de responsabilidad.
He tomado excelentes alimentos en mesas adornadas con manteles de hilo y he disfrutado y agradecido, la invitación de un té dulzón bajo el calor, sentado sobre una piedra con la mirada puesta en oriente.
He celebrado con lágrimas de alegría el nacimiento de mi hijo y llorado con amargura las muertes de mi padre y de mi hermano.
He vivido la transformación de la Villa que me vio nacer y me he sentido un poco extranjero en ella. He apostado al rojo y salió el negro, pero creo que he de seguir jugando.
He gozado con la apasionada magia del amor y he sufrido el desencanto y el dolor del desamor, sin olvidar que todas la heridas sanan y que las puertas y las ventanas del corazón han de permanecer siempre abiertas.
He rezado como creyente que creía y he renunciado, descreído, a orar por las mentiras de la Iglesia.
He jugado con las palabras escribiendo sobre el pasado, sobre el presente y sobre lo que quiero que suceda mañana.
Y aún, sigo mirando con contenida ilusión ese futuro incierto en el que me queda mucho por hacer y por deshacer, y mucho por vivir antes de morir.
He dormido bajo las estrellas en algún lejano desierto de arenas rojas y sido jinete de camello en arenales de dunas blancas.
He volado por encima de las nubes descubriendo el sol al amanecer y he escuchado el sonido del silencio en las oscuras profundidades de la tierra.
He rodado miles de kilómetros por carreteras principales por el simple hacho de viajar y he vagado por la incomodidad de algunos caminos secundarios.
He entablado cientos de conversaciones profundas y largas e intrascendentes charlas de taberna.
He aprendido a trabajar desde temprana edad y he tratado de transmitir mis experiencias asumiendo diferentes grados de responsabilidad.
He tomado excelentes alimentos en mesas adornadas con manteles de hilo y he disfrutado y agradecido, la invitación de un té dulzón bajo el calor, sentado sobre una piedra con la mirada puesta en oriente.
He celebrado con lágrimas de alegría el nacimiento de mi hijo y llorado con amargura las muertes de mi padre y de mi hermano.
He vivido la transformación de la Villa que me vio nacer y me he sentido un poco extranjero en ella. He apostado al rojo y salió el negro, pero creo que he de seguir jugando.
He gozado con la apasionada magia del amor y he sufrido el desencanto y el dolor del desamor, sin olvidar que todas la heridas sanan y que las puertas y las ventanas del corazón han de permanecer siempre abiertas.
He rezado como creyente que creía y he renunciado, descreído, a orar por las mentiras de la Iglesia.
He jugado con las palabras escribiendo sobre el pasado, sobre el presente y sobre lo que quiero que suceda mañana.
Y aún, sigo mirando con contenida ilusión ese futuro incierto en el que me queda mucho por hacer y por deshacer, y mucho por vivir antes de morir.
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