Supongo
Si es cierto que existe la ciencia de la astrología, cualquier avispado estudioso conocedor de las conjunciones planetarias, vería en mi carta astral el paradigma de la mala suerte en los primeros días de este frío, lluvioso y ventoso inicio de diciembre.
El lunes, en las primeras horas de la mañana, antes de que el reloj marcase las seis, un despistado conductor de camión no se percató de mi existencia y arrolló con su inmenso remolque mi coche como si fuese una pluma, decorando todo el lado izquierdo y obligándome a salir por la puerta del copiloto.
El martes, mi modesto pero eficaz equipo de música, decidió que estaba cansado de trabajar, que había llegado su hora y se murió.
Ayer, miércoles para más señas, cuando volvía a casa después de trabajar otro día festivo, de puente para muchos mortales, y pretendía darme una ducha para eliminar el asqueroso aroma de un trabajo aburrido, que me permitiese posteriormente dar una vuelta por el mundo del txakolí y los pintxos, sin perjudicar las pituitarias de quienes estuviesen cerca, la puta alcachofa de la ducha hizo plaf y reventó dejándome enjabonadito, envuelto en uno de esos geles maravilloso que te transporta al mundo de los elegidos.
Pero las desgracias no vienen solas, por desgracia (valga la redundante redundancia), mi compañera, cómplice, confidente y amiga computadora, se unió a la fiesta y comenzó a divertirse a mi costa, ofreciéndome en exclusiva mensajes de peligro plasmados sobre una sosa y vil pantalla azul que me invitaba a renovar la fuente de alimentación, la tarjeta gráfica o ambos elementos.
Hoy jueves espero no seguir "disfrutando" de tan maravillosos "regalos" y procuraré ir solucionando desperfectos materiales.
Casualidades coincidentes...
Supongo.
Comentarios
Fdo. El Oráculo del Sur