El desierto y las pequeñas cosas

Seguro que muchos tenemos en la memoria el episodio del retiro de Jesucristo en el desierto donde el evangelista Mateo, narra cómo el diablo convencido de que las debilidades del cuerpo y el alma después de cuarenta días y cuarenta noches de ayuno eran suficientes para doblegar las más íntimas convicciones.
Pero se equivocó.
El recuerdo de este relato me ha llevado a pensar en las largas travesías por diferentes desiertos, plagados de tentaciones, por los que transitamos a lo largo de la vida.
Desiertos sin oasis donde saciar la sed, ni frutos con los que combatir el hambre.
Desiertos donde habitan nuestros miedos, nuestros deseos imposibles, nuestras ansias de ruptura con todo lo que no nos permite avanzar para crecer, tentados por la comodidad y la seguridad de la rutina.
Desiertos en los que somos manejados por el incesante girar de una gigantesca rueda repleta de atractivos objetos materiales que supuestamente nos proporcionan la felicidad.
Desiertos donde olvidamos que la consecución de la felicidad es a base de las cosas pequeñas e intangibles, sencillamente simples y sin manipular que son percibidas con el alma y sentidas con los cinco sentidos.
Pero, afortunadamente, también existen desiertos poblados de gente donde encontramos buenas personas y siempre merece la pena adentrarse y perderse en ellos.

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